nos enceraremos en el cuarto
miraremos la tele hasta que nos corten la
luz
nos pondremos esa falda que tanto nos gusta
y cuando el espacio esté saturado de todas
nuestras palabras
habremos sido invitados a conversar.
No tiene importancia si el asesino le
pierde el rastro a la futura víctima
y las
faldas respirarán aliviadas;
pronunciaremos su nombre y no aparecerá
patearemos
su puerta y romperemos sus vidrios pero nadie abrirá.
Sólo la vecina, que nos entregará un
papelito doblado:
“ella se va en el tren de las diez”