domingo, junio 22

Jack White - Lazaretto


Publicado inicialmente en After Hours in Tokio

Lazaretto, según su definición en el diccionario, es un hospital para aislar a personas infectadas con enfermedades contagiosas, que en este caso sirve a Jack White para aislarse de su pasado, redescubrirlo y salir a flote. “Y al igual que la masa, no me caigo. Soy tan Detroit, me hacen resurgir de las cenizas...”.
  
Después de dos matrimonios fallidos, tres bandas y numerosos proyectos en su haber, Jack White ha vuelto. Esta vez con su segundo álbum solista. “Tengo tres mujeres, pelirroja, rubia y morena”, es la frase inicial con la que abre este disco. Atrás quedó Blunderbuss (2012) y su sabor agridulce, un disco  irregular que no acabó de conformar del todo. Atrás, todo ha quedado atrás.

Sin embargo, hay un obstáculo que aún no ha quedado resuelto del todo y es posiblemente algo con lo que el de Detroit tenga que sobrellevar por el resto de sus días: esa bestia de dos cabezas llamada White Stripes. Y es que en Lazaretto -si bien hay algunos guiños- todavía se extrañan los golpes  a los parches cortesía de Meg White y aquellos blues electrificados llenos de oscuridad, salvajismo pero sobre todo magia. Es casi imposible de creer que sólo dos personas hayan cambiado el curso de la música, sin más elementos que una guitarra de plástico y una batería reducida a su mínima expresión. El mundo en rojo y blanco.

Para la consecución de este disco a modo de una trinidad sónica,  Jack se apoyó en la guitarra, el piano y el violín, y tuvo que echar mano de viejas notas y grabaciones de material que había realizado cuando tenía 19 años. El viaje a la nostalgia es inevitable. Ahora con 39, y rodeado de una decena de músicos, inicia esta cruzada con 'Three Women' y las primeras notas de un órgano cercano al Blonde on Blonde de Dylan y un arranque furioso que culmina con una batería machacada a golpes mientras White mantiene el riff antes de que estalle en pedazos y la armónica se una en el vértigo creado. Tal vez los finales de las canciones sean lo más delicioso del disco. Ocurre lo mismo con 'Lazaretto', que también mantiene el ritmo y agresividad, además de contar en los últimos segundos con un violín punzante que recoge la posta de un explosivo e impredecible solo de White.


En 'Temporary Ground' se aquietan las aguas, aunque no deja de ser una agradable melodía deudora del country. Algo similar ocurriría con 'Entitlement', aunque en este caso los resultados son distintos y la tentación de apretar el botón de next track es muy sugerente.

Uno de los puntos altos del álbum viene con los coros ululantes que marcan el inicio de 'Would You Fight For My Love?', canción que bien podría ser la banda sonora de cualquier western o alguna película sangrienta.

'High Ball Stepper' tiene el buen gusto de ser un tema instrumental muy bien logrado, donde White hace gala con sus habilidades de guitar hero sin pecar de pretencioso. El disco gira en torno a cierto aire juguetón  con las voces reverberantes  en 'That Black Bat Licorice' a modo de una risa siniestra y el violín que vuelve a aportar lo suyo casi en el final.

Lazaretto es un disco de varias oídas, hasta que uno logre quitarse el estigma de que está oyendo a un ex White Stripes  y comprenda que no es el fin del mundo. ¿O sí lo fue?


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viernes, junio 6

Rehab

Ayer mientras tomaba un examen de mesa pensaba que debería  entrar a rehabilitación. Aunque sea por los motivos erróneos. Primero porque no soy adicto -o estoy lejos de serlo- y segundo porque  no haría absolutamente nada más que hablar con los internos, hacerme amigo de algunos -muy pocos- y de tener a alguien que obligatoriamente tenga que oír mis problemas, que si bien no son muchos pueden llevar un par de horas, a saber: la indiferencia de mi gato, mi inhabilidad para el baile o aquella ocasión que en el kínder le puse tranca a una niña mientras jugábamos al gato y al ratón.


En las mañanas me sacarían en silla de ruedas a tomar sol en el patio, peinarían mis cabellos mientras intento balbucear alguna palabra. "La coca lo ha hecho pedazos" susurrarían las enfermeras. En las noches algo de pipocas y televisión en el comedor central mientras mi amigo del 2B proferiría alaridos de dolor por el síndrome de abstinencia. La abstinencia me es indiferente, mientras no me quiten el café y los cigarrillos. No faltarían las risas y los chistes pesados mientras el del 3A empiece a  sudar y temblar por tercera ocasión. Tal vez él me tomaría del brazo y me lo oprimiría fuertemente. Ahí se cortaría la risa en seco. Un rayo en el cielo nuboso. El horror me mirará a los ojos y mis ojos mirarán un túnel oscuro y profundo. 


Los domingos esperaría en vano a que la familia venga a visitarme, me resignaría a mirar por la ventana a los trenes huyendo a toda velocidad sin que existiera nada para detenerlos, una marcha constante partiendo en pedazos a cualquiera que atraviese su camino. La locomotora ruge por llegar al final. Como una adicción. Tengo el futuro resuelto.