miércoles, diciembre 30

Mejor disco 2015: Kurt Vile - B'lieve I'm goin down



B'lieve I'm goin down el nuevo disco de Kurt Vile suena a Kurt Vile. Con eso debería bastar para esta reseña, pero no. Grabado inicialmente en el desierto de Joshua Tree, el álbum muestra variantes significativas respecto a Wakin on a Pretty Daze, pero sigue poseyendo el sello al cual tiene acostumbrado a sus seguidores. Mucho se habla sobre la evolución del sonido que debe tener una banda o solista que finalmente acaba decantándose — casi desesperadamente— por la vía de sintetizadores y loops para intentar mostrar algún progreso. En el caso de Vile es todo lo contrario, este nuevo trabajo al igual que los anteriores está basado en guitarras —con mayor énfasis en la acústica en este caso— y un piano exacto y preciso que dan al álbum un signo minimalista pero sobre todo íntimo, y éste quizás sea el nuevo giro de tuerca que B'lieve I'm goin down presente frente a sus predecesores que apostaban por un toque más grandilocuente.

Después de un inicio vacilante con “Pretty Pimpin” y "I’m an Outlaw”, el disco empieza a mostrar su identidad en “Dust Bunnies”, con Vile en la eléctrica y el órgano acompañándolo pausadamente, sirviendo de soporte cuando la guitarra gira sobre los mismos acordes. El carácter melancólico se empieza vislumbrar en “That’s Life, tho (almost hate to say)” y "Wheelhouse"  donde la acústica carga todo el peso y la voz se hace hipnótica, a ratos como un arrullo trágico en el caso de la primera “That's life, tho. Almost hate to say it. That's life, tho. In every brutal way” o con el fondo trazado por distorsiones lejanas que estallan casi de forma imperceptible en el caso de la segunda

En “Life Like This”, Vile intenta esbozar laberínticas rimas, en lo que parece ser su más cercano intento por aproximarse al mundo del rap; pero el piano y el tono cansino con el que lo realiza devuelven las cosas a su sitio: una autentica maravilla.  Vile siempre suena a Vile aunque en versión hip hop. El polvo y la aridez de Joshua Tree entran en escena  a través de la poética “All in a Daze Work” donde la guitarra entreteje su contrapunto mientras el sol abrasa y arrasa con todo dejando el delirio en lenta extinción “Hey man I believe I'm floating and of course of course. Guess I got my mind well twisted didn’t I, well

En Lost my Head There se pueden encontrar algunos ecos del Daniel Johnston de los ochentas, ya que el piano posee protagonismo pero sobre todo tonos simples y ritmo travieso a punto de salirse de cauce, cortesía de Stella Mozgawa  (Warpaint) en la batería, para retomar la tranquilidad con Stand Inside, donde otra vez la acústica vuelve a sonar melancólica, el piano ayuda a entretejer el espacio sonoro en una de las mejores canciones del disco  donde Vile  habla sobre sus temores y falencias en su matrimonio “I’m distant. Sure I’m your man. Do what I can. But don’t stand by my side. Stand inside” en una especie de confesión hipnótica consigo mismo.

"Kidding Around"  y  "Wild Imagination" sirven de cierre perfecto con ese sonido cálido y relajado, como el fin de la meditación antes del despertar a la realidad otra vez. El mundo que ha creado Kurt Vile a lo largo de todos estos discos ha encontrado —créanlo o no — un nuevo sol con  B'lieve I'm goin down el mismo que parece partirse a pedazos, bella y trágicamente.



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lunes, diciembre 14

Golf


Después de varias noches de dormir absolutamente rendido, finalmente pude soñar  —disculpas por lo hippie que puede sonar esa palabra. Soñé que manejaba un carrito de golf y no lo hacía nada mal, es más, me sorprendía a mí mismo por la destreza adquirida; el único inconveniente era el de no poder acelerar a una mayor velocidad —quien haya manejado uno en la vida real podrá estar de acuerdo conmigo con la frustración que produce este hecho. Pese a ello recorría los campos de golf distraídamente, cuando vi un bulto acostado en la ruta: ajustándome los lentes me di cuenta de que se trataba de un bebé.

Todo fue rápido, nunca pude frenar  —después de todo, era mi primera vez en el volante— atropellé a un niño a tan solo diez kilómetros por hora. Pude sentir como el carrito se elevaba como los autos cuando pasan por un rompe-muelles. Elevarse y volver al nivel inicial. Algunas señoras gritaron —obvio, no tienen nada más que hacer salvo jugar rumy canasta y observar carritos de golf— aunque no generaron un escándalo de grandes proporciones para mi tranquilidad, lo cierto es que yo tampoco estaba preocupado. Un bebé, vamos, no significa nada, además ¿quién puede morir atropellado por un carrito de golf? Ni siquiera un pequeño de 6 meses. Ni siquiera.

Te contaba este sueño mientras caminábamos a paso lento por la Av. San Martín. 

-¿Qué crees que signifique? 

-Ni idea viejo, hay sueños que ocurren así nomás.

Tardamos mucho en llegar a la esquina siguiente, habíamos recorrido todo ese trecho sin hablar y cada vez te veía hacer un mayor esfuerzo. "¿Estás bien?" pregunté con falsa cortesía, era más como un reflejo semi-automático.

Me contaste que el día anterior habías sufrido un accidente al manejar bicicleta, un taxi había logrado rozar tu llanta trasera haciéndote perder el control. Gritos, sangre y un cuerpo casi inerte en medio de la gran avenida como un feto dentro del útero materno.

Te bajaste el cuello de la blusa a la altura de los hombros para mostrar tu cicatriz, la vi emerger, era un redondo casi perfecto como la pupila de un dios enojado y sangrante. "Es linda" pensé, mientras explicabas el suceso con más detalles que no valen la pena relatar, excepto que también tenías una herida en la rodilla y ese era el motivo de tu caminar lento.

Debo confesar que las desgracias ajenas me hacen sentir bien, comencé a sonreír mientras empezaba a acelerar el paso, a la distancia parecía como si  te hubieras detenido y agitabas los brazos, esperando que me detuviera. Nunca más nos volvimos a ver.   

lunes, agosto 10

Wilco - Star Wars




Estridente, inconexo. Así son los primeros segundos de Star Wars, el nuevo álbum de Wilco que sorprendió a sus fans al poder descargarlo de manera gratuita en su página web, sin trámites y a un clic de distancia. Nada hacía suponer que la banda planeara sacar a la luz nuevo material, tomando en cuenta que Jeff aún se encontraba inmerso en la promoción de Sukierae (2014) —álbum en colaboración con Spencer, su hijo— además de otros proyectos, como la realización del Solid Sound; pero así ha venido sucediendo con Wilco, una caja de sorpresas que nunca parece agotarse.

Hablando del pasado, habrá que advertir que Star Wars está lejos de igualarse con esas obras capitales —como Yankee Hotel Foxtrot(2002) o el inolvidable A Ghost Is Born(2004), el quizás, mejor álbum de los últimos quince años— pese a ello este nuevo trabajo presenta algunas mejoras a lo que fue The Whole Love (2011) que a ratos pecaba de disperso; en Star Wars existe  unidad sónica a lo largo de los once temas, algo que esta actual formación —con once años en la ruta— había tenido dificultad de llevar a cabo.

“EKG” abre el álbum con lo que parece una zapada breve de la banda para dar paso a la cautivante “More”, con coros a lo Big Star y guitarras que caen en picada con esa agudeza que caracterizará a estas once canciones; encontrando otro de sus momentos cumbres en “You Satelite”, una canción que puede pecar de monótona, sin demasiadas variaciones pero que es sostenida por la voz de Tweedy —ahí reside su gran mérito— logrando un efecto hipnótico mientras el sonido gira sobre su propio centro como un gran tornado que lo devora todo.

Deudores del country rock tienen su momento de éxtasis en “Taste The Ceiling”, tal vez el punto más flojo de Star Wars ya que carece de sorpresa. Otro de los aspectos a destacar es que éste no es un disco plenamente de guitarras, Mikael Jorgensen en los teclados tiene varios momentos de brillantez como en “Pickled Ginger” donde comparte luces con la batería machacante y el bajo al frente marcando el ritmo mientras Tweedy canta “I never let you ride, I'll never bet you don't know, I sound like this in the night, I'll never let it show”.

Lo más cercano a los viejos tiempos vendría a ser “Where I Do Begin” con ese inicio vacilante, donde la canción parece no tener rumbo para que luego cintas pasadas al revés sean el preámbulo de esas explosiones guitarrísticas de Nels Cline, llenas de melancolía que terminan en el momento en que prometían más. La influencia del rock de los 70’s siempre ha sido notoria en Wilco, ese es el caso de “King Of You” o “Cold Slope” —otro de los puntos altos—  hereditaria del  Lennon solista, y que hacen de Star Wars un álbum de contraste frente al gran catálogo de la banda, que en esta ocasión ha optado por la inmediatez de las canciones dejando un poco de lado su faceta experimental o dicho de otro modo: Wilco es todavía una sorpresa agradable de escuchar.

Pd.- De regalo, una actuación realizada hace algunos días, en el Pitchfork Music Festival donde interpretan el álbum en su totalidad




lunes, julio 13

Stephen Malkmus and the Jicks - Real Emotional Trash

Antes que cese la euforia después de las primeras cincuenta oídas es mejor escribir un par de líneas acerca de éste disco, que vio la  luz hace ya un buen par de años —dos mil ocho para ser precisos— y que bien debió servir para que Stephen Malkmus sea portada de la Rollingstone por seis meses seguidos o que por lo menos para que se declare feriado mundial el 13 de enero, fecha de lanzamiento del álbum. Nada de eso sucedió, la realidad siempre es otra; si bien recibió críticas positivas no fue etiquetado de imprescindible, ni tampoco hubieron festejos a nivel mundial. Para contextualizar un poco no estará de más recordar que ese fue el año de Tv On The Radio o Fleet Foxes, por mencionar algunos nombres; es decir chau zapadas, no insista.



Precisamente en ese período electro-indie-folk-alternativo-proto-neo-post hipster es que Malkmus publica este álbum que de entraba mostraba sus intenciones: "Dragonfly Pie" abre con un riff poderoso y extendido que aumenta de voltaje pausadamente, ganando cada vez más furia a medida que transcurre la canción hasta detenerse casi abruptamente mientras un xilófono —o un teclado haciendo las funciones de éste— marcan el alto y acompañan la frase: "Shake me off the knife because I want to go home" para luego volver a la tónica anterior, sólo que mucho más pesada dando  rienda suelta a todos los trucos de guitarrista  que el ex Pavement logra desplegar a cabalidad. 


Párrafo aparte, para la baterista Janet Weiss —miembro de las descomunales Sleater Kinney— que se roba las luces en varias de las canciones siendo "Hopscotch Willie" un buen ejemplo de ello, convirtiéndose  en el soporte ideal para los indefinidos solos de Malkmus. Si el sonido de la guitarra es como un cometa remontando cielos nebulosos, Janet es la niña que maniobra desde la tierra, manejando los hilos, la distancia y la altura; es ella quien corre en medio de la lluvia y rayos que caen cada vez más próximos. 


Con un inicio demoledor hay tiempo para tomarse una pausa con "Cold Son", de melodía más cercana al pop que sirve para recuperar aire, del mismo modo con "Real Emotional Trash", donde Malkmus habla de una fuga por carretera que llega hasta fronteras mexicanas y es en ese momento en que las distorsiones del teclado sirven de preludio para que la banda vuelva a meterse de cabeza en otra vorágine sónica. No hay marcha atrás, sólo se puede pisar el acelerador a fondo hasta perderse en el desierto de Sonora.


Para ir cerrando está "Gardenia" donde otra vez Janet juega papel primordial con el ritmo y haciendo coros en otra melodía pop que ha servido de contraste a la explosiva "Baltimore" dejando ya en claro que esta es la tónica que el disco ha adoptado para sí mismo: melodías dulces para armonizar explosivos pasajes psicodélicos, dando como resultado acaso el mejor disco en la carrera solista de Malkmus quizás superado por Mirror Traffic (2011) álbum donde también contó con la presencia en los parches de la batería de las hoy reagrupadas Sleater Kinney.


Es quizás porque si bien Mirror Traffic presenta un sonido más amable y accesible que los wah wahs difusos presentes en Real Emotional Trash, es este álbum el que lo hará merecedor de ser portada de revistas y de feriados mundiales. Sí, lo hará merecedor de eso y más; pero en un futuro lejano, muy lejano. O quizás no.

  
Pd1.- Encontré este concierto donde casi interpretan todo el álbum, disfruta

Pd2.-Para vos pirata, lo que buscas está aquí o aquí




miércoles, enero 14

1972: El fin de los Rolling Stones


Los Stones debieron morir en el '72 o por lo menos desaparecer para siempre en extrañas circunstancias. Ese es el año en que andaban de gira promocionando Exile on Main Street por Estados Unidos, ese disco caótico grabado en Nellcôte que es un puzle de ideas y sonidos que la banda venía trabajando afanosamente desde Beggars Banquet. Con Exile... se completa ese diamante mágico de su discografía, cuatro álbumes llenos de rock sucio salido de un sótano inmundo y húmedo que arrastran los últimos estertores del pensamiento de los 60's. Sí, ese era el preciso momento de desaparecer, mientras recorrían una de esas carreteras rectas e interminables, como una aguja lista para el chute. Porque 1972 fue el último año de la música -la de ellos y la de todos- que después sufrió un apagón del cual no se recuperaría sino hasta veinte años después. Los Stones nunca más pudieron armar otro disco tan certero y de lo único que se han ocupado en este tiempo, ha sido de sobrevivir de la mejor/peor manera -coqueteando con el reggae y el disco, dando interminables y sofisticadas giras- que no es poco, pero no viene al caso.

Entonces imaginemos a la banda rumbo a un concierto en un pueblito lejano de Texas; a Keith y Anita totalmente colocados, el riff humano en su peor momento que musicalmente traducido, significa el mejor; al buen Bobby Keys ensayando al fondo con su saxo drogón junto a Mick Taylor, el mejor guitarrista que los Stones pudieron tener jamás; la mirada cansada de Charlie; la lista de mujeres de Bill Wyman y Mick Jagger, el hombre sin alma. Todos jóvenes, todos en el centro del caos, todos inventando el rock and roll letra por letra. 

El bus va alejándose, toma una curva y  se pierde de vista, luego un ruido: el rechinar de los neumáticos contra el asfalto, gritos que no duran mucho, sólo un par de segundos  luego: silencio y  oscuridad. Los Stones han dejado de existir.