lunes, noviembre 1

Tinnitus VII: Sangre en los cilindros, acerca de Miles de ojos de Maximiliano Barrientos

 

Fe ciega en las visiones, que estas puedan conducir hacia algo distinto. De esa forma se justifica lo que se realiza y se da en ofrenda —incluso los ojos— arrancados de cuajo ¿Para qué mirar, si lo que se ve no necesita ser visto?

La velocidad podría ser un símil con esa fe, de hecho lo es en Miles de ojos de Maximiliano Barrientos (Ed. El Cuervo, 2021). El pasar de los objetos a una celeridad que roza lo sónico, donde el mundo puede ser observado y recorrido en segundos, logra que los personajes le rindan culto a la aceleración, a pisar el pedal del Plymouth Road Runner y llegar a los más de 150Km/hora en segundos, como un modo imposible de abrir una nueva era para la humanidad. 

Esta aceleración mencionada, es también adoptada en la estructura del libro. Un gran acierto en la edición fue la supresión de guiones de diálogo a lo largo de toda la novela, sumado a la inclusión de capítulos donde no existe ninguna puntuación. Narración continua sin pausas. Aspectos que contribuyen hábilmente a una mayor secuencia y dinamismo en la lectura.

Mucho de lo planteado en el reciente libro de Barrientos, estaba ya configurado en su trabajo anterior En el cuerpo una voz: el terror como hecho cotidiano ambientado en una Santa Cruz desdibujada pero aún reconocible; la fascinación por el colapso, planteado mediante la aceptación del presente adverso sin que los personajes ofrezcan mucha resistencia para ello. Hay una dualidad entonces entre goce y dolor. Ambos vienen a significar lo mismo o por lo menos se entiende que deben ser funcionales a un fin mucho más grande.

También están los guiños a la música que podrían haber representado un hecho demasiado pretensioso, considerando que este recurso tiende a convertirse en un gesto de vanagloria, pero en el caso de Miles de Ojos —dada la naturaleza en la que se desenvuelven los protagonistas— la mención de los exponentes del género Black Metal, o de sus discos más icónicos con letras apocalípticas, logran encajar de esta manera un elemento útil al servicio de la narración.

El final del libro se ocupará de cuestionar aquella fe construida inicialmente, dado que toda religión o secta presentará fallas estructurales: nunca podrá interpretar a cabalidad las profecías, o peor aún, no entenderá la lógica bajo la cual el ente superior opera sobre el mundo y los mortales que lo habitan. Entonces el fuego y la velocidad servirán como una forma de encontrar la purificación ante ese dios pez de mil ojos en el vientre, que serpentea por el cielo, fusionando todo a su alrededor. Humanos y automóviles combinados en una amalgama imperfecta. Vísceras y bujías entrelazadas. Será el inicio de un nuevo sueño. 

2 comentarios:

Roxana dijo...

Llama mi atención en "Miles de ojos" el valor de la voz, principalmente fue para mí una experiencia sonora. Creo que la voz, es un objeto predominante, que otorga sentido para muchos una alucinación más, pero para los personajes cobra un destino.

Roberto Ö. dijo...

Muy buena observación, la voz "seca" y "cruda" sirve como universo para los personajes.