miércoles, enero 14

1972: El fin de los Rolling Stones


Los Stones debieron morir en el '72 o por lo menos desaparecer para siempre en extrañas circunstancias. Ese es el año en que andaban de gira promocionando Exile on Main Street por Estados Unidos, ese disco caótico grabado en Nellcôte que es un puzle de ideas y sonidos que la banda venía trabajando afanosamente desde Beggars Banquet. Con Exile... se completa ese diamante mágico de su discografía, cuatro álbumes llenos de rock sucio salido de un sótano inmundo y húmedo que arrastran los últimos estertores del pensamiento de los 60's. Sí, ese era el preciso momento de desaparecer, mientras recorrían una de esas carreteras rectas e interminables, como una aguja lista para el chute. Porque 1972 fue el último año de la música -la de ellos y la de todos- que después sufrió un apagón del cual no se recuperaría sino hasta veinte años después. Los Stones nunca más pudieron armar otro disco tan certero y de lo único que se han ocupado en este tiempo, ha sido de sobrevivir de la mejor/peor manera -coqueteando con el reggae y el disco, dando interminables y sofisticadas giras- que no es poco, pero no viene al caso.

Entonces imaginemos a la banda rumbo a un concierto en un pueblito lejano de Texas; a Keith y Anita totalmente colocados, el riff humano en su peor momento que musicalmente traducido, significa el mejor; al buen Bobby Keys ensayando al fondo con su saxo drogón junto a Mick Taylor, el mejor guitarrista que los Stones pudieron tener jamás; la mirada cansada de Charlie; la lista de mujeres de Bill Wyman y Mick Jagger, el hombre sin alma. Todos jóvenes, todos en el centro del caos, todos inventando el rock and roll letra por letra. 

El bus va alejándose, toma una curva y  se pierde de vista, luego un ruido: el rechinar de los neumáticos contra el asfalto, gritos que no duran mucho, sólo un par de segundos  luego: silencio y  oscuridad. Los Stones han dejado de existir.