lunes, agosto 29

Tinnitus IX: La materia no se destruye, solo se deshace a pedazos. Sobre Hambre de Nicolás Arce

Hambre (Ed. Vísceras, 2021) ópera prima de Nicolás Arce podría entrar en la categoría de poemario terapia o cuaderno de odios y deseos —al fin y al cabo, estos vienen a ser lo mismo— que sirven al hablante lírico para superar problemas de la infancia, conectando con cuestionamientos hacia la madre y un apego al padre perdido.  También están las búsquedas de identidad sexual, envueltas en un fino velo de lamento, en el cual se pone en evidencia el  erotismo y  la violencia, atravesados por lo soez.

El resultado, cinco capítulos donde se escribe desde el cuerpo. Cada verso arrastra piel desgarrada. Esto nos lleva a convertirnos en sujetos presenciales de un espectáculo de autoflagelación constante. “No es que intente callarme, pero este vestido se alimenta de mi carne”. A lo largo de sus setenta páginas, el libro funciona en una suerte de confesionario de todos los pecados, propios y extraños; sin embargo, ese tono único con el que se escriben los versos, sumado a la ausencia de  contrastes o puntos de descanso, pueden producir agotamiento al lector. En ese sentido, el conjunto de poemas carece de imágenes potentes, que solo dan lugar a confesiones —desgarradoras, eso sí-  que carecen de brillo poético. El ímpetu puede más. “No soporto que me mires feo cuando yo me miro linda utilizando tu rouge. No soporto que me desplaces y me digas esa frase tan dura como el cemento: No eres mujer”.

El tema religioso es otro de los temas que está muy presente, reflejado aquí cual instrumento de culpa, castigo y sometimiento para con el hablante. No obstante, lo sexual forma parte de esta amalgama, logrando hacer visible cierto goce secreto con el sufrimiento recibido. En ese sentido, los versos de Arce utilizan esta vía para obtener quizás, alguno de sus mejores momentos “Dime adiós con los brazos abiertos como Cristo”. Será en el capítulo llamado Vísteme —y el siguiente— La falta, donde el libro logra llevar la voluptuosidad y el sufrimiento, a sus instantes más detonantes “Estoy en celo buscando el origen del puerco, el origen abandonado del que solo queda rastro llagado”.

Hay en Hambre una apresurada intención por decirlo todo, mostrar todas las cartas antes de la última jugada. “Soy el silencio que lamo. Soy el perra que lame su inexistencia”. La autodestrucción es demasiado explícita y el yo está presente en muchos de los textos; lo cual resta en favor de sumar. Pese a ello, el poemario tendrá que ser analizado como un intento de catarsis, ese sacarse de encima tantos problemas y traumas, que  tras ello, puede dar lugar en el futuro a nuevos textos, haciendo énfasis en la forma de encararlos. Ahora que todo ha sido consumido por el fuego no quedará otra que volver a construir desde cero, con nuevos cimientos. La poesía  de Arce tiene el reto de poder hacerlo.

lunes, mayo 23

Tinnitus VIII: Invisible en vivo Teatro Coliseo 1975 - Un viaje de las tinieblas a la luz

 


Invisible en vivo es el resultado de ese ejercicio arqueológico consistente en recuperar viejas grabaciones,  en este caso el de desenterrar las dos presentaciones realizadas en el Teatro Coliseo allá por noviembre de 1975. La banda (Luis Alberto Spinetta en voz, Héctor "Pomo" Lorenzo en batería y Carlos Alberto "Machi" Rufino en bajo y coros) se encontraba en ese entonces en las puertas de lo que se conocería después como Durazno Sangrando.

El disco cuenta con una notable tarea de producción a cargo de Carlos Melero, el cual presenta a las canciones dotadas con un halo de naturaleza oscura —algo acorde a la tapa del disco— de tal manera que la banda le estuviera cantando al vacío, a la nada existencial. La participación del público es muy limitada, casi inexistente, y este tal vez sea un aspecto en falta ya que se eliminaron las célebres idas y vueltas entre Spinetta y su público, una relación a ratos conflictiva pero intensa, como ya se apreció en —otro rescate arqueológico de hace dos años atrás— aquellas presentaciones de Artaud en el Teatro Astral.   

Entrando ya de lleno en los temas, el disco comienza con sus intrincados arpegios y la voz de Spinetta que parece colgar de finos hilos transparentes, mención aparte a la batería de Pomo que a lo largo de los cuarenta y cinco minutos va a sonar urgente y preciso, sobre todo en el palpitar de “… si tu  ser estalla, será tu corazón el que sangre”. También habrá tiempo para la instrumentación virtuosa en “Azafata del tren fantasma” y “El diluvio y la pasajera”, donde se desarrollarán temas en corte progresivo, porque Invisible tiene esa característica que lo hace fantástico: el transitar de un estado a otro con relativa facilidad, una amalgama casi perfecta entre temas acústicos pasando también por el  jazz y hard rock, todo esto realizado por tres tipos en la mejor etapa de sus cualidades musicales.

Para este concierto el Flaco —gran admirador de Hendrix— utiliza un pedal de distorsión, aunque no en plan de vuelo psicodélico apuntando al desborde, sino en la creación de un algo que se construye y evapora lento, delicadamente, acorde por acorde. “En la música lágrimas se dan. Se da y es así”.

Lamentablemente el álbum solo cuenta con siete canciones, se sabe que hubo más, en Youtube se puede encontrar un registro amplio; sin embargo lo que se tiene sirve para ubicar el resplandor dejado alguna vez por una banda llamada Invisible, el sentimiento tiene que ser igual a encontrar restos de la Atlántida o quizás el metacarpo y las falanges del mejor guitarrista de estos lados.