
Las huellas en el cielo no serán descifradas,
por tu humanidad que vive de ellas.
Acostada sobre la corriente, duplicándote
te sitúas al centro del vuelo, mirándote sumergir
te sitúas al costado de las emociones,
para abrir la puerta que siempre estuvo abierta,
entonces no habrá distancias.
Duermes a tu lado, olvidando saludar a los relojes
con los ojos abiertos ves a la muerte y el sueño
y eres tú y mil más: en el desierto, en un basural, corriendo con el diablo
meditando a la sombra del mar, ese mar que se sitúa en tu lengua
volviéndose alma, volviéndose daga, volviéndose aire fúnebre en el tiempo
en el que tus huesos cesaron de latir
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