Publicado originalmente en Periódico Los Tiempos
Olvidar es fácil.
Un disco prescindible, de esos que no es
mencionado en los especiales de la década de los 90’s y mucho menos en las
fiestas retro. ¿Quiénes son los Screaming Trees? ¿Quién es Mark Lanegan? Seguramente
en el panteón del rock, les pondrían el cartelito de NN colgado en los dedos de
los pies y sobre Lanegan, habrá que decir que fue amigo íntimo de Cobain, con
quien grabó un par de covers de Leadbelly. ¿Suena familiar? Una de las
canciones que tocaron en esas sesiones fue “Where did you sleep last night?”
mucho antes que la versión acústica que sale en
Unplugged in New York.
La indiferencia con Screaming Trees básicamente
se debe a que no eran grunge del todo, tenían una marcada
influencia piscódelica de grupos como The Doors o los Byrds —aunque sonaban más
electrificados que los primeros y mucho más pendencieros que los segundos— volatilizados
por texturas graves y endemoniadas que hacían de su música un híbrido que nunca
encajó del todo en la escena de Seattle.
Después de lanzar interesantes álbumes en clave
lo-fi —dar una oída atenta a Even if and especially when— pero sin
mucha suerte, decidieron tomar dos decisiones importantes: reemplazar a su
baterista y trabajar con Don Fleming en
la producción que logró un trabajo más limpio y preciso consiguiendo que Sweet Oblivion sea la confirmación del
trabajo que venía haciendo la banda.
Todos los trucos están en este álbum: el inicio
con una batería tribal y la guitarra de tonos orientales, la voz arenosa destilada en vino de Mark Lanegan,
hablando del olvido que se necesita frente a los tiempos adversos. También hay
lugar para lo único parecido a un hit de la banda, “Nearly lost you” —banda
sonora en Singles de Cameron Crowe—
con su coro pegadizo de fórmula radial, así como la acústica “Dollar Bill”,
deudora en la melodía a “You Can't Always Get What You Want” de los Stones.
Habrá tiempo para la psicodelia con panderetas,
baterías galopantes, solos de guitarra pasados al revés y coros que suenan como
si estuvieran bajo el agua en “Butterfly”, “Winter Song” y “For Celebrations
Past”, que no caen en el saco de ser una simple reminiscencia al flower power, dado
que los pedales de alta distorsión de Gary Lee Corner dotan a las canciones de
suciedad y pesadez. Punto aparte para las letras de Lanegan, que siempre están
hablando de situaciones al límite, vicios, fracasos y un futuro desesperanzador
como en “Troubled Times”.
La agresividad viene en “Secret Kind” y “Julie
Paradise” con un riff de garage desprolijo
y atronador, digno de su año: acaso el último para sentirse realmente joven y
vivo: mil novecientos noventa y dos. La letra en total correspondencia afirma “Lying in the quiet darkness, getting high
alone”, o el equivalente a un epitafio decente para aquellos enterrados en
la fosa común del rock.
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