miércoles, marzo 11

Tinnitus I: Sweet Oblivion – Screaming Trees


Publicado originalmente en Periódico Los Tiempos

Olvidar es fácil.

Un disco prescindible, de esos que no es mencionado en los especiales de la década de los 90’s y mucho menos en las fiestas retro. ¿Quiénes son los Screaming Trees? ¿Quién es Mark Lanegan? Seguramente en el panteón del rock, les pondrían el cartelito de NN colgado en los dedos de los pies y sobre Lanegan, habrá que decir que fue amigo íntimo de Cobain, con quien grabó un par de covers de Leadbelly. ¿Suena familiar? Una de las canciones que tocaron en esas sesiones fue “Where did you sleep last night?” mucho antes que la versión acústica que sale en  Unplugged in New York.

La indiferencia con Screaming Trees básicamente  se debe a que no eran grunge del todo, tenían una marcada influencia piscódelica de grupos como The Doors o los Byrds —aunque sonaban más electrificados que los primeros y mucho más pendencieros que los segundos— volatilizados por texturas graves y endemoniadas que hacían de su música un híbrido que nunca encajó del todo en la escena de Seattle.

Después de lanzar interesantes álbumes en clave lo-fi —dar una oída atenta a Even if and especially when— pero sin mucha suerte, decidieron tomar dos decisiones importantes: reemplazar a su baterista y  trabajar con Don Fleming en la producción que logró un trabajo más limpio y preciso consiguiendo que Sweet Oblivion sea la confirmación del trabajo que venía haciendo la banda.

Todos los trucos están en este álbum: el inicio con una batería tribal y la guitarra de tonos orientales, la  voz arenosa destilada en vino de Mark Lanegan, hablando del olvido que se necesita frente a los tiempos adversos. También hay lugar para lo único parecido a un hit de la banda, “Nearly lost you” —banda sonora en Singles de Cameron Crowe— con su coro pegadizo de fórmula radial, así como la acústica “Dollar Bill”, deudora en la melodía a “You Can't Always Get What You Want” de los Stones.

Habrá tiempo para la psicodelia con panderetas, baterías galopantes, solos de guitarra pasados al revés y coros que suenan como si estuvieran bajo el agua en “Butterfly”, “Winter Song” y “For Celebrations Past”, que no caen en el saco de ser una simple reminiscencia al flower power, dado que los pedales de alta distorsión de Gary Lee Corner dotan a las canciones de suciedad y pesadez. Punto aparte para las letras de Lanegan, que siempre están hablando de situaciones al límite, vicios, fracasos y un futuro desesperanzador como en “Troubled Times”.

La agresividad viene en “Secret Kind” y “Julie Paradise” con un riff de garage desprolijo y atronador, digno de su año: acaso el último para sentirse realmente joven y vivo: mil novecientos noventa y dos. La letra en total correspondencia afirma “Lying in the quiet darkness, getting high alone”, o el equivalente a un epitafio decente para aquellos enterrados en la fosa común del rock.


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