Cuando pasaba clases de Administración de Empresas en la universidad, el docente nos hablaba de un libro, que según él, todo buen hombre empresarial debía leerlo: Niño rico, niño listo. No faltaron los amigos que sí lo hicieron queriendo encontrar el santo grial para ser exitosos además de ganarse unos puntos extra en la materia. Incluso años después, encontré ejemplares del libro en los despachos de mis distintos jefes, además de los otros libros que formaban parte de la colección. Niño rico, niño estúpido. Niño estúpido con amiguitas cool. Niños ricos, bar lleno.
Lo mejor que podría ocurrir sería arrojarle el vaso a uno de ellos, luego tomar la botella y derramar lo que queda en mis cabellos.
Ahora estamos a mano, les diría.
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