El otro día en la oficina quise conectar mis parlantes al enchufe que tiene cables saliendo y entrando de él, como un ciempiés del futuro que no duerme y hace ruido. "Una parte de mí dice stop, fuiste muy lejos" sonaba en la radio cuando logré realizar el acople necesario. En ese instante vi un chispazo y sentí como mi cuerpo era arrojado hacia la pared opuesta por la descarga eléctrica.
-Quemaste cables, los fundiste- me dijo mi jefa en el hospital- las computadoras perdieron información, no tienen memoria de lo trabajado en la última semana. Todo esto lo vamos a descontar de tu sueldo y basta de música para vos.
Desde ese día solo puedo ver por una fracción de segundos, como un fogonazo de claridad y luego de vuelta a la nada. No salgo de cama pero sólo puedo dormir algunas horas, sueño con estallidos de luz antes de despertar a los gritos.
-El problema está en su cabeza, usted no deja que entre la luz a la retina- me dijo el oculista- tiene que repetirse a sí mismo "puedo ver puedo ver" y lo hará.
La retina es un sol a punto de apagarse.
De la cama al refrigerador hay 12 pasos, el whisky está en la última bandeja; el botiquín con las pastillas 15 pasos a la izquierda. Sólo me falta saber donde va el botón de play.
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