martes, mayo 26

Tinnitus III: Tristeza não tem fim

Publicado originalmente en periódico Los Tiempos


La imposibilidad de las cosas. Cuando se está en el desierto se piensa en el mar;  y cuando está encerrado en casa solo se piensa en salir y caminar por las calles. Nunca se tiene lo que se quiere. Todas esas contradicciones parecen haber sido conjuradas bajo un ritmo musical, ese que nació en Brasil y se lo conoce como bossa nova. Y es que todo lo que venga de tierras cariocas inevitablemente estará arraigado al sol, alegría y felicidad por doquier; pero ahí es cuando se trama la emboscada musical, los sonidos no expresan ese estado de ánimo exultante; todo lo contrario,  se tiene una sensación cercana al final de fiesta, o peor aún, al recuerdo borroso e indulgente de la misma donde todo parecía posible y certero. 

Esto se refleja en esa especie de contradicción compartida en dos discos indispensables del género, Getz/Gilberto (1964) y The Astrud Gilberto Album (1965) cuyos protagonistas casi son los mismos: el saxo de Stan Getz, los arreglos de Tom Jobim,  la guitarra y voces de Astrud y João Gilberto. Resulta interesante el lapso de tiempo transcurrido entre ambos trabajos: tan solo un año.

En el primero la batuta la lleva la guitarra y la voz de Gilberto, escuchar este disco es como estar en invierno, ver caer la nieve y sentir nostalgia por el verano. La voz de João es dulce y cálida, pero los temas tienen una melancolía en su interior que hacen imposible no sentirse atraído hacia su abismo. “Ah, por que estou tão sozinho? / Ah, por que tudo é tão triste?” Para contrarrestar este aspecto está la voz de Astrud —en ese entonces su esposa— más fría y neutra, como si tuviera miedo a pronunciar las palabras; pero cuya participación fortuita fue clave para The Girl from Ipanema y Corcovado. Esas canciones no serían las mismas sin su participación.

Tras separarse de su esposo además de un romance con Stan Getz, Astrud publica su debut con esa voz gélida como un témpano, sería su marca distintiva y rasgo esencial para el contraste con la instrumentación cortesía de Antonio Carlos Jobim y Marty Paich.  Este es el disco para oír en un atardecer en las playas de Ipanema y pensar que los buenos tiempos son estos y no otros. No hay nieve, solo mar y palmeras, pero el abismo que hacía referencia João también está aquí, aunque de forma velada. Es inevitable percibirlo.

Ambos discos comparten un tema en común,  titulado Dreamer en el caso de Astrud, donde la canción es abordada desde la esperanza de ser correspondida por ese alguien en quien se sueña; mientras que João —que coloca el tema al final del disco— lo titula Vivo Sonhando y es la versión más fatalista, la letra habla sobre un amor no retribuido, un callejón sin salida donde nos congelamos todos.

Cada uno de los implicados en estos discos acabarán por grabar más canciones, darle vueltas al mundo con sus conciertos; pero lo que lograron conjurar en estos dos iniciales trabajos no podrá ser superado a cabalidad. Ellos también quedaron atrapados en alguna ciudad con temperaturas bajas añorando alguna lejana playa del Brasil. Cosas de la tristeza.







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