Publicado originalmente en Periódico Los tiempos
Un manual para viajar en el tiempo, un libro de
conjuros o un laberinto circular que al volver a pasar por el mismo punto ya no
se es igual. Cada vuelta es distinta.
Es la poesía, o la obra artística, la que logra esa apertura, una herida, algo que
interrumpe el curso normal de las cosas. Como un feriado, un estado de
excepción temporal de la trayectoria corriente de los días. ¿Qué ocurre cuando
esa excepción se hace continua? ¿No es eso la cuarentena? Un feriado largo e
interminable, que trae “el infierno de lo igual, un tiempo sin acontecimiento o
destino”.
¿Qué hacer ante eso? amar la suerte, apropiarse
del tiempo. Estar consciente de la desaparición para así obtener gozo. Nada
fácil.
El ser humano es tan efímero que hasta un río
fluyendo segundo a segundo es más eterno. Quedará entonces crear otras
realidades, asistir a ello desde la obra artística. Acceder a ese “lado oscuro”. La línea deja de
ser recta y continua. Varios sucesos acaeciendo en un mismo instante, destruyendo
el tiempo “que deja de ser horizontal para ser vertical”, la ligazón de pasado y porvenir, reducidos a
un instante.
Algo de esto se plantea haber encontrado en los
textos de José Gorostiza y Blanca Wiethüchter, situar paralelismos entre ambos
es parecido a un fantasma frente al espejo ¿quién es imagen y quién reflejo? El
primero hablando de la codependencia entre creador y criatura. La necesidad
mutua, del uno para contener y el otro para ser contenido; a partir de allí, la criatura podrá mostrarse
permitiéndose nombrar las cosas a su alrededor pero también eso le conllevará a tener una finitud. Surgirá un
instante —solo eso— para que el creador se llame a silencio, regrese al origen
y la criatura se resigne a su duración. En ese doble movimiento es donde nace
lo latente, una abertura en el tiempo.
En el caso de Wiethüchter, una fisura del
presente —producto de una herida no sanada en este país, la colonia—se
convierte en una suerte de pregunta que no puede ser aprehendida aún; pero ojo,
esto no debe ser tomado con melancolía, sino como una posibilidad de sobrevivir
a un futuro posible. Una balsa en medio del océano, que se la puede abordar por
el trabajo en la palabra, creando un agujero en el tiempo, de parte a parte,
para salir de este escenario y entrar en otro. Un viaje interminable, pero sin
duda más interesante, salir de donde estamos, para que el infierno deje de ser
eterno.
Tiempo y poesía (Ed. El cuervo, 2020) escrito a
tres manos por Fernando van de Wyngard, Soledad Quiroga y Mónica Velásquez.
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