En lo alto de la colina hay una casa y dentro de ella hay un sótano, podrías disfrutar de la vista del paisaje pero eliges quedarte en lo subterráneo. Elliott Smith debió sentirse así en los últimos meses de su vida. Repasemos, una carrera musical en meteórico ascenso, aparición y nominación en los Oscars de 1998 —donde finalmente acabaría perdiendo frente a Celine Dion— discos imprescindibles y aclamación de la crítica. Nada importa en la oscuridad. Acabaría suicidándose —en un nebuloso episodio conyugal— con dos puñaladas en el pecho.
From a Basement on the Hill tiene el morbo de
ser un disco póstumo y por lo tanto
queda la susceptibilidad acerca de si el resultado es fiel reflejo de lo que
Smith hubiera querido. O no. Se puede considerar demasiada intromisión al
legado de un tipo, en cuyos discos había ejercido un control total. En una
primera instancia la idea era que éste fuera un álbum doble; pero dados los sucesos inesperados, las canciones
no estaban finalizadas del todo, muchas quedaron en esbozos instrumentales y
otras necesitaban un último giro. Entonces lo que tenemos a nuestro alcance es
un pastiche. Un Frankenstein sonoro. Sin orden ni rumbo.
Cargado con más guitarras eléctricas que sus
antecesores, el disco contiene un giro hacia el ruido y reminiscencias al rock
de los 70’s, con los estallidos vibrantes en "Shooting Star" —cuyo inicio guarda
cierto parecido con "Purple Haze" de Hendrix—
o en el solo final de guitarra tamizado por el overdrive en "A Passing
Feeling". En los versos finales de la canción Smith parece resumir la sensación
general de sus días “Tardó mucho tiempo en pararse / Solo una hora para caer”. Las
guitarras pasadas al revés en "Little One" logran darle un escenario a la voz de
Elliott, que a estas alturas parece cansada y exánime. Incluso la cristalina "Memory Lane" encierra en su interior cierta
toxicidad que se impregna en cada
arpegio de la acústica: batallas perdidas, soledad y adicciones sin solución.
Pese a todo ese limbo de incertidumbre y
disonancia, From a Basement on the Hill consigue ser un disco increíble, tal
vez debido justamente a esos factores que le dan un halo de urgencia y
espontaneidad, el contraste ideal para toda la melancolía que Smith
acostumbraba a presentar en anteriores trabajos.
Al igual que en otros casos —Drake, Cobain o Cornell por citar algunos de la extensa lista— siempre se buscarán los mensajes premonitorios en cada canción, en cada gesto. La fascinación por lo inevitable ha convertido al público en un fanático de la misma. Nunca se tiene lo suficiente y cada cierto tiempo se va encontrando lo que se buscaba, el intérprete de algo a lo que todavía nos consideramos incapaces, el salto al vacío con los ojos abiertos. Bienvenido al subterráneo.